Un futuro incierto
Miramos desde España, un país complejo,
situado entre un cruce de culturas y unas murallas culturales, de mayor
extensión que la muralla china.
Los españoles estamos inmersos en una
profunda crisis, parecida a la que se
encuentran muchos otros países del mundo desarrollado actual, nos encontramos
en un cruce de cambios: transitamos entre una sociedad industrial, completada a
medias, y un futuro tecnológico que no comprendemos demasiado.
La destrucción de puestos de trabajo,
permanente en las últimas décadas, fruto de una crisis comprendida y explicada
a medias, la falta de perspectivas para una gran parte de la población,
especialmente la joven, no va acompañada de la creación de ocupación de
calidad.
Los avances tecnológicos nos sacuden
permanentemente, diariamente vemos como unas tareas se automatizan con gran
precisión, mientras que otras se vuelven obsoletas y carentes de sentido,
multitud de servicios son superados por Internet, muchas tiendas dejan o
dejarán de ser útiles y rentables.
Tenemos un ejército de jóvenes en pie de
paro, mientras que hay otro ejército de los mismos condenados a un vergonzoso
mileurismo. Gran parte de sus progenitores se encuentran en situación incierta
o casi.
La globalización muestra que nuestro país
no es un destino apetecible para casi nadie, hace unos años era La Meca para
trabajadores de Sudamérica o del Norte de África, pero hoy parece un desierto
laboral, tanto para nacionales como para foráneos.
¿Chispas de esperanza?
Algunos dicen que esto está cambiando,
que han conseguido poner freno a la situación anterior. Dicen que gracias una
Reforma Laboral y a una coyuntura positiva se va a resolver el problema del
paro.
Tengo mis dudas, no
soy el único!
Las empresas se optimizan, reducen su
tamaño, gana eficacia.
La robotización crece, los robots
construirán casa en La Luna y en Marte…
Aparece un nuevo proletariado nacional e
internacional.
La crueldad humana vuelve a conseguir
cuotas impensables, desde Dresde hasta Siria
no se ha detenido jamás.
La lógica del capitalismo crece, se
desarrolla y se amplia, los mercados crecen, los ricos son más ricos y los
pobres más pobres.
Los ricos son cada vez menos y los pobres
cada vez más!
¡La UTOPÍA!
¿Cómo se puede salir de este embrollo?
¿Acaso no hay salida y vamos a un mundo
de la Guerra de la Galaxias?
Un mudo de princesas y magos, de gigantes
y bestias terribles.
Un mundo de obedientes viciosos.
Un mundo que a base de consumir se come a
sí mismo, como el Submarino Amarillo.
Economistas, tecnócratas, políticos,
santones, forma la tropa de defensores de un mundo futuro que tratan de
gestionar. De conseguir trabajadores obedientes, temerosos y sumisos, con
sueldos controlados y mínimos.
Para salir del camino de esta esclavitud
futura debemos llamar a las puertas de la Utopía.
Utopía basada en un mundo donde el
trabajo sea un don humano, más que un contrato de sumisión.
Un mundo donde el trabajo de distribuya
equitativamente según la necesidad.
Un mundo en el que el Estado no sea
gestionado pro profesionales de puesto fijo.
Dónde el trabajo no sea permanente, dónde
el paro sea una necesidad periódica y distribuida y distribuida.
Dónde en tiempos de paro los ciudadanos
no se vean abocados al consumo, para alcanzar una felicidad imposible.
En el que el trabajo social sea un bien
más, deseado en tiempos de paro, dónde la formación sea un trabajo más.
Dónde la creación de riqueza no sea sólo
un privilegio de la Empresa.
Dónde la Independencia del Estado clásico
sea un hecho.
¡Sobran los hechiceros de la política y la
economía!
ES NECESARIO UN SALTO A LA UTOPÍA
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